Mamá feminista, ¿hijo feminista?
Siempre que había pensado en la posibilidad de convertirme en mamá, inconscientemente me había imaginado con una hija. Supongo que me resultaba mas fácil proyectarme en la idea de criar una personita de mi mismo sexo, ya que conozco a qué se enfrenta una niña, o una mujer, en nuestra sociedad.
Embarazada, yo era la persona más feliz del mundo. Después de una espera un tanto larga, cuando por fin míster zigoto empezó a crecer en mi interior, mi alegría (y la del papá) desbordaba por todas partes. Por ello cuando en la ecografía nos revelaron el sexo del bebé, la verdad es que estaba más feliz que una perdiz. Un niño. Estupendo. La verdad es que lo único que me importaba era que mi bebé estaba sano, ahí navegando en mi útero.
Fue un poco después, ya en la tranquilidad de la noche, cuando las preguntas empezaron a acechar mi mente. ¿Seré capaz de criar un niño en la igualdad? ¿Como haré para que no integre, y no reproduzca, los estereotipos de género?
De repente un miedo afilado y punzante se coló en lo mas profundo de mi ser. ¿Y si mi hijo, el día de mañana, se convierte en un macho alfa? En un hombretón de pelo en pecho que va silbando a las mujeres por la calle. En un señoro cuya máxima en la vida es ir por ahí haciendo manspalining. En un tiarrón que va fardando de sus conquistas sexuales. ¡Aún se me ponen los pelos de punta de sólo pensarlo!
Frente a ese escenario terrorífico, y no sin antes maldecir el estar embaraza por no poder ahogar mis penas en alcohol, decidí empezar a respirar como me habían enseñado en las clases de preparación al parto, y tomar el toro por los cuernos.
Una nueva misión se había cruzado en mi camino: tenía que encontrar la fórmula para que mi adorable bebito no se convirtiera, el día de mañana, en un hijo sano del patriarcado. Sin morir, ni él ni yo, en el intento.

Porque pongamos que cumplo con éxito mi objetivo de criar a un niño feminista. Pero, ¿cómo hacer para que no se convierta en el bicho raro del colegio, del instituto? ¿Cómo hacer para no ahogarme (ahogarnos) en medio de todos los comentarios, consejos y juicios de valores que amigos, conocidos y familiares no pueden (o no quieren) evitar hacer?
Pongamos que mi querido bebito, al que a partir de ahora llamaré cangrejo por su afición a dar pellizcos a todo bicho viviente, quiere llevar el pelo largo. Estoy segura que el peso de deber justificar a diestro y siniestro, tanto a niños como adultos, dicha elección estética, puede ser aburridamente cansino.
Desgraciadamente una gran mayoría de la población parece que se quedo anclada en el neandertal, y comentarios del tipo «¿le gusta jugar a la cocinita? ¡Pero si eso es de chicas!» o «mira como le gustan los coches, como se nota que es un niño» los escucho de una manera preocupantemente frecuente.
¿Estoy dispuesta a liderar siempre esta lucha? Eso puede convertir las relaciones sociales en más que complicadas. Y mi objetivo no es convertirme en la madre pesada que va dando por saco a todo quisqui.
Construyendo nuevos estilos de masculinidad
En los últimos años se ha hecho una gran labor de empoderamiento de las niñas. Hay una gran cantidad de recursos, como libros, películas, podcasts, etc. que nos permiten ofrecer a las niñas modelos de mujeres fuertes e independientes. Mujeres que han conseguido lo que se han propuesto a pesar de todos los obstáculos que la sociedad les ha podido poner.
Pero, ¿y que pasa con los niños? Conforme mi querido cangrejo va creciendo, me resulta más difícil encontrar ese tipo de recursos para mostrarle que otra masculinidad es posible. Posible y necesaria.
Yo quiero que vea que no todos los hombres son superhéroes súper fuertes, que juegan al fútbol, conducen camiones, o van por ahí dándose de hostias para salvar a pobres princesas desvalidas. De la misma manera que le enseño historias dónde las mujeres son astronautas, exploradoras o científicas (el cangre se ha convertido en el fan numero uno de Marie Curie gracias a los fantásticos libros de la colección “Pequeña y grande”), me gustaría encontrar libros o películas donde se muestre a hombres empáticos que colaboran los unos con los otros, dejando de un lado la competitividad, la dominación o la agresividad. Hombres que puedan mostrarse sensibles y vulnerables sin por ello ser considerados menos hombres.
Otra masculinidad es posible
¿Qué referencias tienen nuestros hijos de hombres que vivan su masculinidad desde la auto critica y el respeto ? Tíos famosos y guays con los que identificarse. Cantantes, actores, escritores, periodistas, youtubers o influencers feministas. Seguro que los hay, o eso espero, pero ahora mismo no me viene ninguno a la cabeza.
Da miedo pensar en las representaciones de la masculinidad con las cuales mi cangre, y todos los niños (y niñas, porque esto es un arma de doble filo) van a crecer. Todas esas representaciones de la masculinidad y la feminidad tóxicas y obsoletas que se van a apropiar, y que les van a definir.
Mi objetivo al adoptar una pedagogía feminista es que mi hijo no se vea sometido a una doctrina patriarcal que le dicte como vivir su masculinidad. Quiero que sea consciente de los privilegios que la sociedad le confiere por el hecho de haber nacido niño, y que deconstruya ese modelo desde el respeto y la igualdad para convertirse en un hombre feminista.
¡En vaya berenjenal me he metido!