Colores y estereotipos de género
Últimamente la frase favorita de mi querido cangrejo es “me gusta el azul”. Quiere comer en platos azules, llevar ropa azul, jugar con juguetes azules.
Azul marino, azul oscuro, azul turquesa, azul celeste, azul cobalto… Da igual cual sea el matiz o tonalidad, mientras sea azul. De hecho he empezado a llamarle “mi pequeño Picasso”, esperando sin demasiada esperanza que su periodo azul dure menos que el del célebre pintor.
¿Te gusta ir el bici? No, me gusta el azul.
¿Te gusta comer pasta? No, me gusta el azul.
¿Te gusta la playa? No, me gusta el azul.

Que el niño tenga un color favorito ni me va ni me viene. Él tiene sus gustos, y yo los respeto. Pero lo que me llama la atención es que el color que más le gusta es el que la sociedad le dice que le tiene que gustar. El que el sistema otorga a su género. Y eso ya me toca un poco mas las narices.
¿Quiere decir que si mi cangre hubiera nacido a principio del siglo XIX, cuando el rosa era considerado un color de chicos y el azul de chicas, sus pantalones favoritos serian fucsia, y de entre un surtido multicolor de rotuladores eligiría el salmón, y el magenta para pintar?
Marketing de género, o cómo lavar el cerebro a nuestras criaturas
En casa intentamos fomentar la igualdad y combatir los estereotipos de género al máximo. Sólo ve la tele en casa las abuelas, y viven cada una a 800km, los cuentos que le leemos son, en su inmensa mayoría, historias desmitificadoras de roles, inclusivas y cercanas. ¿Por dónde le están comiendo el cerebro a mi hijo para que su color favorito sea el azul? ¿Tan bien está hecho el sistema que es imposible escapar de él?
Todo esto me hace pensar al magnifico trabajo de la artista sudcoreana Yeonmee Yoon The Pink & Blue Project. Un proyecto fotográfico que explora el impacto del marketing de género en la infancia, visibilizando la relación entre género, consumismo, globalización y capitalismo. La artista, asustada como yo, frente a la obsesión de su hija de 5 años por el color rosa, decidió empezar a fotografiar a niños y niñas mostrando todas sus pertenencias azules y rosas, respectivamente. El resultado es horriblemente sorprendente y predecible a partes iguales. Juguetes, muebles, ropa, equipamiento deportivo, juegos de sociedad, libros… absolutamente nada escapa de las garras de las estrategias del marketing de género.

En casa siempre le damos opción. Por ejemplo a la hora de vestir le presentamos prendas de distintos colores, con motivos diferentes. Unos considerados masculinos, y otros femeninos. Para que él sepa que tiene la libertad de elegir, la posibilidad de ser quien quiera ser. Para que sea consciente de que ninguna marca de ropa, ningún fabricante de juguete, ni ningún publicista sin escrúpulos puede construir su identidad ni marcar su camino.
Y a pesar de que casi siempre elige su color favorito, séase el azul, como es de esperar vista la situación, a veces nos da una pequeña sorpresa que llena de orgullo mi corazoncito de mamá feminista, y me hace ver que tan mal no lo estamos haciendo.


Como el día que decidió elegir unas zapatillas de goma rosas con arcoíris, dejando de lado unas azul oscuro y otras azul celeste con estrellitas. Unas zapatillas rosas en unos pies de niño que llaman la atención de los ojos adultos, demasiado acostumbrados al mundo binario y excluyente en el que vivimos.