Cómo criar un hijo feminista y no morir en el intento
Acabemos con la masculinidad tóxica
Acabemos con la masculinidad tóxica

Acabemos con la masculinidad tóxica

Los hombres no lloran

¿Cuántas veces oyen nuestros hijos frases del estilo «deja de llorar», «no seas nenaza», o «sé un hombre» a lo largo de su infancia y adolescencia? En casa, en la escuela, en las series, en los videoclips, en las redes sociales… allí donde vayan siempre tienen esa musiquilla de fondo. Una de esas melodías pegadizas y odiosas que de tanto escucharla ya ni la oyes, pero que no hay quien te la quite de la cabeza. La canción del verano se llama masculinidad tóxica y por más que pasen los años sigue siendo el numéro uno de los 40 Principales.

Desde que están en la cuna, los bebés niños son educados en una masculinidad hegemónica que perpetúa los estereotipos de género. Un hombre debe ser valiente, parecer fuerte y agresivo, no mostrar el mínimo signo de debilidad. Porque los hombres no lloran, por supuesto. Antes de aprender a escribir ya saben que las muñecas son juguetes para niñas, que la calle (o en su defecto el parque) les pertenece, y que más vale no llorar demasiado a ver si algún otro gallito del patio de la escuela le va hacer la vida imposible.

Y lo peor de todo es que estas ideas tan rancias no sólo son el engranaje perfecto de la fábrica de creación de señoros y demás machiruladas, sino que son un arma de doble filo porque implican una descalificación de todo lo que se considera femenino.

¿Cómo podemos ayudar a los niños a liberarse de la jaula de la virilidad? ¿Cómo podemos acabar con la masculinidad tóxica? Estoy convencida que para ello debemos permitirles vivir plenamente sus emociones. Saber identificarlas, saber gestionarlas. Saber mostrarse dubitativos, frágiles o inseguros si eso es lo que sienten. Quitarles de encima esa dimensión heroica que les obliga a ser siempre fuertes, poderosos y dominantes.

Estoy segura que si los hombres fueran más empáticos se cuestionarían mucho más los roles de género, pudiendo así redefinir las formas de ser varón, y acabar de una vez por todas con la masculinidad tóxica imperante hoy en día, que tanto daño hace.

Sólo hay prejuicios

Esto me hace pensar en una campaña publicitaria que hace poco llevó a cabo el ayuntamiento de mi (poco amado) barrio para luchar contra los estereotipos de género entre los más jóvenes, y que me pareció muy acertada. Se trataba de carteles que ilustraban tres emociones : la tristeza, el miedo y la rabia; representadas cada una a través de tres caras completamente neutras, imposible saber si eran de un chico o de una chica. Y un eslogan : no hay emociones de chica, no hay emociones de chico. Sólo hay prejuicios.

Según cuenta Violaine Dutrop, presidenta del Instituto Egaligone de Lyon, cuyo objetivo es realizar acciones para fomentar la igualdad entre niños y niñas, un hecho tan aparentemente anodino como decir a los niños «deja de llorar como una nena» o tachar de histéricas a todas las mujeres que se enfadan tiene consecuencias que pueden llegar a ser muy graves : no permitir a los hombres expresar su sensibilidad y su sufrimiento tiene una relación directa con el hecho de que los hombres se suiciden tres veces más que las mujeres. No permitir a las mujeres expresar su rabia está directamente conectado con el hecho de que las mujeres se conviertan en personas más resignadas y sumisas.

Por ello es muy importante que ayudemos a nuestros hijos e hijas a desarrollar una inteligencia emocional desde la infancia, porque una vez sean capaces de aceptar y exteriorizar todo aquello que sienten, les resultará mucho mas natural comprender las emociones ajenas y ser más empáticos. Y sobretodo, tenemos que ayudarles a romper con los prejuicios y los estereotipos de género. Tenemos que permitir llorar a nuestros hijos, acompañarles en sus miedos y validar sus sentimientos dubitativos. Tenemos que alentar a nuestras hijas a exteriorizar su rabia cuando estén enfadadas, permitirles mostrar su desacuerdo y elevar la voz.

Foto de portada de Tamara Garcia para Revista Paula.

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