El juego simbólico como motor de cambio
¿Os acordáis hace muchos años cuando jugábamos a mamás y a papás? ¿Os acordáis de cuántas niñas había haciendo de madre, de abuela, de tía, de hijas? Aquello parecía la Tribu de los Brady. Sin embargo, ¿cuántos niños había para ocupar el rol de papá o de hijo?
Venga, haz un esfuerzo, seguro que te viene a la cabeza. (…) O quizás no.
No te preocupes, no estas teniendo un principio de alzheimer. En los años 90, cuando eramos esos adorables churumbeles que se paseaban despreocupados por la vida con sus tamagochi, sus pollypocket y sus tazos en el bolsillo, los niños que jugaban junto a las niñas a mamás y a papás eran más raros que un perro verde.
Y no era precisamente porque estaban de moda las familias monoparentales. Ni mucho menos. ¿Qué iba a hacer un niño jugando a cosas de chica? ¿Porqué iba a interesarse un mini señoro en jugar a cambiar pañales, hacer la compra o preparar la comida, si podia dedicarse a pegar patadas como un loco a un balón en, como mínimo, dos tercios del patio del colegio?
Una evolución no tan evolucionada
Han pasado, aunque duela decirlo, casi treinta años desde entonces, y la verdad es que no sé si las cosas han cambiado mucho. Me gusta pensar que sí. Que ya no existe gente tan rancia como para decirle a un niño que no puede jugar con una muñeca.

En la escuela infantil de mi querido cangrejo todos juegan con la cocinita y a las muñecas (a las cuales visten, duermen y bañan) independientemente de su sexo. Afortunadamente nunca escucharan un comentario sexista en boca de las educadoras. Al contrario, todos son animados a participar en ese tipo de juego simbólico.
Pero la cosa cambia cuando estoy en la calle. Cada vez que veo a un renacuajo que pasea con un mini carrito de bebé, siempre es una niña. Cuando estamos en el parque y alguien saca las cazuelitas para jugar a cocinitas con la arena y las piedras, siempre es una niña.
Creo que a pesar de que se ha avanzado mucho, los estereotipos de género son aún demasiado poderosos como para que permitamos que los más pequeños jueguen libremente.
Sin ir mas lejos, estas navidades Mamá Noel le trajo al cangre una preciosa cocinita de madera, la cual se ha convertido el juguete estrella. Ahí puede pasarse horas removiendo la pasta en la mini sartén, abriendo y cerrando el horno, trasvasando el arroz de un bol a otro. Las posibilidades son infinitas. Pues aún hubo algún neandertal de la familia que hizo el típico comentario machista cuestionando la conveniencia de un juguete tan «femenino» para un chico. Menos mal que no estaba delante para escuchar semejante tontería. Si no le hubiera obligado a comerse la paella de tierra y macarrones que estaba cocinando mi cangre.
A los niños les gustan las muñecas
Si abres tu navegador y buscas las palabras clave “hijo” y “muñeca” juntas, los resultados son para mear y no echar gota, como diría mi querido tío Vicen. Uno de los primeros resultados es «mi hijo juega con muñecas, ¿qué hago?»
¿En serio hay gente a la cual le preocupa que su hijo se interese por las muñecas? ¿Qué es lo que temen, que el día de mañana su hijo se convierta en un buen padre? Por que lo que hacen al jugar con muñecas no es más que eso, nos están imitando, juegan a ser buenos papás.
Será que esa gente a la que tanto le preocupa que su hijo se interese por juegos de niñas nunca ha oído hablar de la importancia del juego simbólico?
Según el biólogo suizo Jean Piaget, reconocido mundialmente por sus aportes al estudio de la infancia, el juego simbólico corresponde más que ningún otro a la función esencial que el juego cumple en la vida del niño. Teniendo que adaptarse al mundo de los adultos que no comprende, este tipo de juego es “indispensable a su equilibrio afectivo e intelectual, que pueda disponer de un sector de actividad cuya motivación no sea la adaptación a lo real, sino, por el contrario, la asimilación de lo real al yo, sin coacciones ni sanciones: tal es el juego que transforma lo real, por asimilación más o menos pura, a las necesidades del yo.” 1


La asimilación de lo real sin coacciones ni sanciones : la importancia del juego simbólico
¡Dejemos de dirigir los intereses de nuestros hijos hacia lo que la sociedad machista nos dice que es lo correcto para un niño! Tal y como dice Piaget el juego simbólico permite la asimilación de lo real sin coacciones ni sanciones. Si nuestro hijo se interesa por jugar a mamás y a papás, o con muñecas, o a cocinitas, lo único que podemos hacer es animarle a ello.
Es fundamental que los niños jueguen a cuidar a otros seres mas pequeños que ellos, que jueguen a cocinar y a limpiar. Con ello estamos muy probablemente provocando un cambio enorme en ellos mismos y en la sociedad. No sólo les estamos haciendo pasar el mensaje de que es normal y bueno que ellos se preocupen por las tareas de cuidados (que el sistema patriarcal se empeña en decirles que son exclusivamente femeninas,) sino que ademas estamos fomentado su empatía y su libertad de elección, claves para desarrollar el pensamiento crítico.
A través del juego simbólico se internalizan los roles sociales y los roles de género, por lo que animar a que un niño juegue con muñecas es casi un acto militante para conseguir la igualdad entre hombres y mujeres.
